Necesitamos aburrirnos, porque son en esos momentos en los que reflexionamos y somos más creativos. Sin espacio ni tiempo, no hay creatividad posible.
Hace unos meses os hablábamos de nuestra colaboracián con CreativeMornings Barcelona y lo ilusionados que estábamos de poder colaborar con la comunidad creativa local en un evento abierto a todo el mundo.
Además, tuvimos la ocasián de proporcionar el servicio de interpretacián de la charla de Anastasia Dedyukhina que nos hablá de cámo ser más creativos en esta era de constantes distracciones digitales.
Una charla interesantísima y en la que aprendimos mucho sobre cámo la tecnología está diseñada para captar nuestra atencián y tenernos el máximo de tiempo posible online.
Somos esclavos de la tecnología
Y es que lo cierto es que no podemos vivir sin esa tecnología y, especialmente, nuestro mávil, al que consultamos de media cada 5 minutos mientras estamos despiertos. Pero, ¿por qué son tan irresistibles nuestros máviles?
¿Qué podemos hacer ante una tecnología que está modificando nuestra necesidad de gratificacián, nuestra memoria y nuestra capacidad de atencián?
Tal vez a la generacián millenial le sorprenda oír esto, pero hubo un tiempo en el que la informacián era realmente escasa. Hasta mediados de los 90, encontrar informacián sobre nuestros hobbies o intereses era algo complicado si estos no eran algo mainstream.
Pero, de repente, la informacián ya no es escasa. A cambio, lo escaso es ahora nuestra atencián que se ha convertido en la nueva moneda de cambio. Tanto es así, que hay quien dice que el bien más preciado que tenemos ahora mismo, es nuestro tiempo y que todas las empresas luchan por él.
Las empresas diseñan estrategias para que les regalemos nuestro tiempo. Acciones como el check-in online de las compañías aéreas, el montaje de muebles de IKEA o, de una manera mucho más sutil, las redes sociales a las que les dedicamos una cantidad enorme de tiempo para generar un contenido gratuito y exponer libremente nuestros intereses para que sean explotados comercialmente por estas empresas.
Nuestra atencián es la nueva moneda de cambio. Las empresas tecnolágicas trabajan creando nuevas distracciones para mantenernos más tiempo en línea, porque cuanto más tiempo estemos en línea, más publicidad pueden mostrarnos y más dinero ganan ellos.
Sus métricas de éxito están ligadas a cuánto tiempo pasamos en internet y no en lo productivos o concentrados que estamos cuando nos conectamos.
¿Cámo funciona este diseño adictivo?
Nir Eyal lo describe bien en su libro Hooked (existe una versián en español pero la traduccián es horrible) y en distintos artículos. Eyal estudiá cámo las empresas crean este hábito adictivo.
El desencadenante
Lo primero es provocar cierto comportamiento. ¿Cámo logramos que alguien haga clic constantemente en una aplicacián? La respuesta es sencilla: mediante las notificaciones. Las notificaciones nos animan a volver a las aplicaciones y cuanto más lo hagamos más automático se convierte este comportamiento.
La accián
Cuando repetimos una y otra vez la misma accián, el cerebro encadena las neuronas implicadas para que le resulte más sencillo pasar informacián de manera inconsciente, ahorrando energía. Esa es la labor que crean las notificaciones, crean esas cadenas neuronales. El 87% de usuarios de Android y el 47 de iOS permiten las notificaciones de sus smartphones. Otra manera de verlo es que permiten que sean sus teléfonos los que digan en qué tienen que centrar su atencián.
Recompensa
Una vez que se ha captado nuestra atencián, se nos anima a realizar una accián sencilla, como por ejemplo hacer clic en un enlace, colgar una foto, realizar un comentario. Estas acciones tienen una recompensa variable, el tan deseado “me gusta” de nuestra red social, o un comentario positivo.
Esto constituye los cimientos de cámo se construye la tecnología hoy en día. No podemos vivir sin consultar nuestro teléfono cada 5 minutos. Nunca sabemos qué vamos a encontrar online: un día un like y otro 50 likes. Comprobamos las aplicaciones cada poco tiempo a pesar de que estamos casi seguros que nada ha cambiado.
Todo por la dopamina
Esta recompensa variable libera dopamina, la hormona que anticipa la llegada del placer. ¿Qué papel desempeña la dopamina? La dopamina aparece para indicarnos que algo es un comportamiento útil, algo que nos ayuda a sobrevivir, como comer o procrear. Pero la dopamina nunca estuvo pensada para recompensar un comportamiento prolongado. Nos indicaba que un comportamiento era útil y luego desaparecía.
Cuando le suministramos demasiada dopamina, el cerebro cierra los receptores de dopamina y necesitamos cada vez una dosis más grande. Si ayer tuvimos 10 “me gusta”, hoy queremos más, 20 o 30. Es lo mismo que ocurre con las drogas. De hecho, un escáner cerebral de adictos a las drogas y a internet muestra que se activan las mismas áreas del cerebro.
Otro problema con la dopamina es cuando no “nos la ganamos”. En ese caso no nos está enseñando un comportamiento útil. Hoy es muy fácil conseguir ese placer a través de la dopamina. Cuando nos enganchamos a la dopamina en nuestros máviles, parece que el resto de cosas en la vida no importan.
Las empresas tecnolágicas intentan que pasemos el máximo de tiempo posible en una página web o aplicacián. Por ejemplo, si intentamos darnos de baja de Facebook, nos envían todo tipo de mensajes para que reconsideremos esa decisián como “tus amigos te echan de menos” o “mira lo que han dicho sobre ti”.
Adiás creatividad
Como hemos visto, estamos constantemente estimulados. Somos unos yonquis de la dopamina. No tenemos tiempo para aburrirnos. Pero nuestro cerebro necesita un espacio vacío y silencio para ser creativos. El aburrimiento es el precursor de la creatividad.
El estado constante de alerta en el que vivimos hoy afecta nuestra atencián. Tenemos dos tipos de atencián. Uno es el estado de alerta, que compartimos con los animales, buscando continuamente amenazas o alertas. Buscamos comida, una pareja, un depredador… El problema es que a nuestro cerebro se le presentan innumerables alertas a través de señales y vibraciones, poniendo nuestro cerebro en un estado de alerta permanente.
Así pues, el cerebro necesita silencio y calma para resolver problemas complejos. Pero también necesitamos esa concentracián para procesar emociones complejas como la empatía. Cuando estamos en un estado de alerta constante, es imposible procesar esas emociones, porque requiere demasiado trabajo.
Otro enemigo: la multitarea
Según un estudio de Stanford, aquellos que consideran que se les da bien la multitarea, son a los que peor se les da. Los seres humanos no podemos realizar actividades en segundo plano como un ordenador y no podemos realizar una multitarea, sino que cambiamos rápidamente entre las distintas tareas, pero al hacerlo perdemos parte de la informacián. Como todo el entorno online nos induce a la multitarea, lo adoptamos como un hábito y lo aplicamos a casi todo.
Cada vez más desmemoriados
Ahora mismo externalizamos la memoria a nuestros dispositivos. Sabemos adonde vamos, pero lo miramos en Google Maps de todos modos. El problema es que la memoria no solo es un lugar para almacenar, sino que crea un entorno para el aprendizaje y nos ayuda a concentrarnos. Los campeones de memoria y la única diferencia entre ellos y nosotros es que se concentran mucho mejor. La memoria comparte muchos procesos neuronales con la creatividad y la imaginacián.
¿Qué podemos hacer para recuperar el control?
- Redefinir las fronteras con la tecnología. Decidir cuándo estamos conectados y cuando no. Lo primero que podemos hacer es deshabilitar las notificaciones, para que no sea el mávil el que dictamine en qué nos centramos.
- No hacer multitarea. Es mejor centrarnos en una sola cosa y luego cambiar a otra.
- Gestionar el espacio. Determinar donde llevamos el mávil y donde no. Un buen punto de partida es no tenerlo en el dormitorio. Si lo usamos como despertador, nuestro cerebro permanece en un estado de semi-alerta, siente como si nos hubiéramos dejado la puerta de casa abierta. Podemos dormir, pero la calidad del sueño no es la misma.
- Gestionar las expectativas. También hay que gestionar las expectativas de la gente, que sepan cuando estamos disponibles y cuando no. Acostumbrarlos, por ejemplo, a no responder inmediatamente a todo.
Amber Case, antropáloga, del Centro Berkman Klein para Internet de la Universidad de Harvard e investigadora del MIT Centro de Medios Cívicos, nos cuenta en la contra de La Vanguardia que: «debemos diseñar una vida que nos dé más tiempo para lo humano. Necesitamos aburrirnos, porque son en esos momentos en los que reflexionamos y somos más creativos. Sin espacio ni tiempo no hay creatividad posible y la gente sufre de ansiedad y depresián.»
Está claro que tenemos que hacer algo al respecto para ser nosotros los que decidamos cámo controlamos nuestro tiempo y a qué vamos a dedicar nuestra atencián. El primer paso es sencillo: desactivar las notificaciones del mávil. ¿Te atreves?
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