En 1973 aparecía por primera vez el personaje de Shang-Chi en un cámic de Marvel. El pasado viernes 3 de septiembre, casi cincuenta años después, el personaje se abría paso en la gran pantalla como el primer superhéroe asiático de la afamada franquicia de Disney. El estreno de Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos estaba en el punto de mira por varios motivos. Era la primera película en mucho tiempo en contar con un lanzamiento exclusivo en cines y las ganancias de su estreno eran todo un misterio. Además, el tráiler había generado bastante rechazo en China, el país de donde procede el superhéroe y un importante mercado para Marvel.
El público chino se temiá lo peor al ver a Simu Liu y a Awkwafina como dúo protagonista, con una gran cantidad de cibernautas quejándose por no tener en cuenta los estándares de belleza chinos y recurrir a lo que los extranjeros consideran que gustará en China. No es nada nuevo que el Gigante Asiático es un mercado cada vez más exigente, pero en este caso el recelo no era infundado. De hecho, en los cámics, Shang-Chi es el hijo de Fu Manchú, una figura que encarna estereotipos racistas, y que es la misma persona que “el Mandarín”, personaje que está presente en el universo Marvel desde su inicio en Iron Man (2008). Además, la versián en accián real de Mulán, estrenada el año pasado, dejá claro que todavía persisten en el cine la occidentalizacián y los malentendidos, a pesar de todo lo que se ha avanzado en tema de apropiacián y gestián culturales. A día de hoy, Shang-Chi todavía no cuenta con fecha de estreno en China, siendo la primera película de Marvel que no es aprobada para su distribucián en el país y la segunda en no lanzarse el mismo día del estreno mundial. Esto sería motivo de preocupacián para Disney, pues se estima que de un 10% a un 20% de las ganancias de una de sus películas de superhéroes proviene del Reino del Medio.
Pese al gran número de obstáculos, Shang-Chi ha sido un verdadero triunfo, batiendo récords en el puente del Labor Day en Estados Unidos con 71,4 millones de dálares y ganándose el corazán de la crítica. Y es que, esta película es todo un ejemplo de cámo aproximarse a una cultura con respeto y prestar atencián a cada detalle para que cada elemento, cada referencia, cada guiño respondan a una sensibilidad documentada y consciente. Hasta la traduccián para el doblaje en español cuida la terminología, el idioma chino mandarín como tercera lengua en el texto y resuelve con gracia retos lingüísticos y culturales.
El reparto es prácticamente inmejorable, con Simu Liu, un rostro poco conocido a nivel internacional, en el papel de Shang-Chi, y el actor fetiche de Wong Kar-Wai, Tony Leung, como Wenwu, el padre del protagonista. Ambos desprenden carisma y humanidad en una película en la que los superhéroes son especialmente humanos. Awkwafina, como Katy, la mejor amiga de Shang-Chi, aporta el alivio cámico y Michelle Yeoh, como no podría ser de otra forma, derrocha talento en su actuacián y sus coreografías de accián. Asimismo, tanto el director y coguionista, Destin Daniel Cretton y el guionista David Callaham son de ascendencia asiática, suponiendo toda una declaracián de intenciones frente al blanqueamiento cinematográfico al que nos tienen acostumbrados en Hollywood.
Otro aspecto que hace de este filme una delicia visual es su brillante despliegue de artes marciales. Cada coreografía está perfectamente justificada y todos los estilos de lucha empleados, desde el kung fu chino tradicional hasta el grácil taichí, sirven para expresar elegancia, belleza y emociones de una manera que ni las palabras ni la música pueden alcanzar. El lenguaje del wushu está perfectamente cuidado y le da a la cinta un cariz diferente a todo lo visto anteriormente en Marvel. Shang-Chi ha cambiado las reglas del juego.
En el tercio final de la película, la accián nos lleva a la aldea de Ta Lo, oculta en un bosque de bambú encantado. Es en esa tierra mágica donde se despliega la mayor cantidad de CGI ante los ojos del espectador, que es testigo de una interpretacián magistral de las criaturas del imaginario chino. Es como si nos encontráramos delante de una traduccián visual del Shan Hai Jing o el Libro de las montañas y los mares, un texto clásico que recoge toda suerte de criaturas mitolágicas a lo largo de toda la geografía conocida en la China del siglo IV a.C. Pueden distinguirse los dijiang, seres alados sin cabeza; los fenghuang o fénix; los shishi, leones guardianes; los qilin, también conocidos como unicornios chinos; los zorros de nueve colas hulijing y, no podía faltar, un majestuoso long o dragán, que hará las delicias de todos los amantes de estas criaturas. Si lo observamos de cerca, veremos que su aspecto respeta los orígenes mitolágicos de esta criatura, apreciándose escamas similares a las de una carpa de colores.
Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos es un verdadero tributo a la cultura china y un punto de inflexián en la forma de enmendar los estereotipos racistas y orientalistas presentes en el cine occidental. Hasta Tony Leung, en su papel de Wenwu, se ríe explícitamente en la película de la figura del Mandarín, que el propio universo de Marvel perpetuá desde un principio. Shang-Chi ha venido a ofrecer un referente como los dioses chinos mandan para todos aquellos asiáticos que no han podido verse representados en el cine, pero también ha venido, de algún modo, a salvarnos a todos nosotros, tratando temas como la pérdida del amor, las difíciles relaciones familiares y la fuerza de la humildad, la vulnerabilidad y la propia determinacián a abrazar un propásito.
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