No se puede traducir el miedo

2018-03-05

Descubre por qué, según un estudio, la intensidad de nuestras emociones se ve afectada por la lengua en la que interactuamos.

Siempre hemos dicho que las emociones van muy ligadas a la lengua y que, si lo que queremos es apelar a las emociones de alguien, el camino más directo siempre es haciéndolo en su lengua materna. Hasta ahora nos basábamos en las experiencias y en las métricas de nuestros clientes. En estas métricas se puede comprobar cámo la interaccián, o engagement como se suele decir ahora, se disparaba cuando ofrecíamos a nuestro público contenido en su idioma.

Pero ahora tenemos pruebas científicas que corroboran lo que nuestros clientes ya han podido observar. En un estudio publicado en la revista Scientific Reports descubrimos que una de las emociones más primitivas, el miedo, está condicionada por el contexto lingüístico. Los autores del estudio, Jon Andoni Duñabeitia, investigador principal de la Facultad de Lenguas y Educacián de la Universidad Nebrija (Madrid), Albert Costa, profesor de investigacián ICREA y director del grupo de investigacián en Produccián del Habla y Bilingismo (SPB) del Centro de Cognicián y Cerebro (CBC) en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), y Azucena García Palacios, investigadora y profesora de Psicopatología de la Universitat Jaume I (Castellá de la Plana), aseguran que las medidas psicofisiolágicas más indicativas de la respuesta al miedo – la dilatacián de las pupilas y la sudoracián de la piel – mostraban un efecto de condicionamiento al miedo menor cuando los participantes se encontraban en un contexto lingüístico en el que la lengua imperante era la lengua extranjera.

O lo que es lo mismo, que la sensacián de miedo es mayor cuando la amenaza está en nuestro idioma.

Un niño con miedo tapándose con las sábanas en la cama.

En el estudio se investigá si la lengua en la que se realiza el experimento (nativa o extranjera; español o inglés, en este estudio) modulaba la respuesta automática de las personas ante el estímulo condicionado. Para ello, se pedía a las personas que contaran hacia atrás mientras se les mostraban cuadrados de dos colores. Los participantes creían que solamente ante la presencia de los cuadrados de un color concreto podrían recibir pequeñas descargas eléctricas a través de un dispositivo que se les había colocado, algo que no llegaba a suceder en ningún caso. Mientras que la mitad de los participantes completaron el protocolo en su lengua nativa (español), la otra mitad lo hizo en una lengua extranjera en la que tenían un buen nivel (inglés).

Los investigadores recogieron mediante un aparato de registro de movimientos oculares, la dilatacián de las pupilas ante los estímulos condicionados y no condicionados (los cuadrados de colores), y también registraron la respuesta galvánica mediante un sistema para medir la conductancia de la piel, índices ambos muy fiables del condicionamiento al miedo.

Los resultados fueron muy contundentes: las personas que completaron el estudio en una lengua extranjera mostraron un efecto significativamente menor de condicionamiento al miedo que las personas que completaron el estudio en su lengua materna.

Gush con una camisa amarilla y un fondo blanco.

Según Albert Costa: «la intensidad de nuestras emociones se ve afectada por la lengua en la que interactuamos». Y es que las emociones como la alegría, tristeza, miedo o pena forman la base de la experiencia humana y solemos recurrir al lenguaje para expresarlas. Y Gracias a este estudio descubrimos que el idioma en el que lo hagamos puede afectar a la intensidad con la que las experimentamos.

Es por ello que en los contenidos que creamos y que buscan apelar a las emociones de nuestro público, la efectividad será mucho mayor si estos contenidos están en su lengua materna.

Por otra parte, el estudio también abre la puerta al uso de las lenguas no maternas en aquellas situaciones en las que busquemos evitar una respuesta emocional, como por ejemplo en la resolucián de conflictos, negociaciones, juicios morales, etc. Y es que Freud ya observá que los pacientes bilingües preferían hablar de sus emociones en su segunda lengua, un fenámeno denominado «distanciamiento emocional».

Como vemos, el idioma al que nos dirigimos a nuestro público puede influir en la respuesta que obtengamos y si lo que buscamos es apelar a las emociones, no hay nada como la lengua materna.

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