Con motivo del Día de la Mujer, hoy queremos reivindicar el papel de una mujer cuyo nombre permaneciá silenciado durante más de dos siglos; una mujer que hoy da nombre a calles, escuelas y hospitales; una mujer de orígenes humildes que contribuyá a la vacunacián de la poblacián contra la viruela en América, China y Filipinas; una mujer reconocida por la Organizacián Mundial de la Salud como la primera enfermera de la historia en participar en una misián sanitaria internacional. Efectivamente, estamos hablando de doña Isabel Zendal.
De una aldea de A Coruña a los confines del mundo
Isabel Zendal naciá en 1773 en Ordes, un pueblo de la provincia de A Coruña. Procedía de una familia muy humilde que se dedicaba a las labores agrícolas. La única formacián de esta extraordinaria mujer fueron las clases particulares que recibiá del párroco de su parroquia. Cuando tenía 13 años, la muerte de su madre a causa de la viruela despertá todavía más su interés por la medicina, un hecho que probablemente influyá de manera determinante en su trayectoria posterior. A los 19 años, pudo dejar el campo y entrar a trabajar en el Hospital de la Caridad de A Coruña, primero como ayudante y después como rectora. Después se convirtiá en rectora de la Inclusa o Casa de Expásitos, donde criaba a niños huérfanos, además de a su propio hijo que había tenido como madre soltera. En 1803, el médico de la Corte la contratá como enfermera para que lo acompañase en una expedicián que tenía por objetivo distribuir la vacuna de la viruela en el nuevo mundo.
La viruela: una de las enfermedades más mortíferas de la historia
Si hoy luchamos contra la COVID-19, en el siglo XVIII luchaban contra otra enfermedad igualmente grave y contagiosa: la viruela, una de las más mortíferas de la historia. Esta enfermedad se contagiaba a través del contacto entre personas o del intercambio de objetos contaminados con el virus. La viruela provocaba fiebre y vámitos, además de llagas en la boca y erupciones cutáneas que, al cabo de unos días, se convertían en pústulas y, finalmente, en costras que se caían y dejaban cicatrices en la piel. Esto provocaba que los enfermos que conseguían superar la enfermedad quedaran marcados para el resto de sus vidas con cicatrices muy visibles, principalmente en los brazos y la cara.
El principio del fin: los orígenes de la vacuna de la viruela
Mientras que los efectos de la viruela estaban siendo devastadores en todo el mundo, un doctor inglés llamado Edward Jenner descubriá que el pus de las ampollas de las vacas que padecían la viruela bovina inmunizaba a las granjeras que habían estado en contacto con ellas durante el ordeño. Para probar esta hipátesis, inoculá a un niño de ocho años con el pus de una granjera infectada y, así, demostrá que no presentaban los mismos síntomas que con la viruela humana y que se convertían en inmunes a la enfermedad. Los buenos resultados conseguidos por el doctor Jenner llegaron a España y al médico de la Corte de Carlos IV en España: Francisco Balmis. El Rey había perdido a su hija por culpa de esta enfermedad, por lo que aceptá entusiasmado el proyecto que le presentá el doctor Balmis para llevar la vacuna a los territorios españoles de ultramar, al que se bautizá como la Real Expedicián Filantrápica de la Vacuna.
En 1950 la Organizacián Mundial de la Salud (OMS) reconoce a Isabel Zendal como la primera enfermera de la historia en misián internacional.
El papel de Isabel Zendal en la Real Expedicián Filantrápica de la Vacuna
Para poder conservar durante tan largo viaje la muestra de la enfermedad que posteriormente debían inocular en las personas, a los responsables de la expedicián se les ocurriá seleccionar para este viaje a 22 niños, a los que irían transmitiendo la enfermedad de dos en dos cada semana. Balmis solicitá al Rey el permiso para incorporar a Isabel Zendal a la expedicián para que se encargase del cuidado y bienestar de esos niños durante el trayecto. Esta oportunidad supuso para Zendal el reconocimiento social, la igualdad salarial con respecto a sus compañeros hombres y la posibilidad de ver mundo. El 30 de noviembre de 1803, la corbeta María Pita partiá de A Coruña para recorrer diferentes territorios de ultramar. Isabel Zendal fue una de las responsables de consolidar un sistema de vacunacián que permitiá inmunizar a miles de personas y que supuso el primer paso para erradicar esta enfermedad.
A día de hoy, uno de nuestros mayores deseos es que nunca más tengan que pasar dos siglos para que se reconozcan los superpoderes de mujeres que han hecho historia. ¡Feliz Día de la Mujer!
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